¿Cómo evolucionan las sociedades y las naciones con el paso del tiempo?
🔊 Millones de pequeños cambios en la vida diaria, mezclados con los acontecimientos históricos, terminan de algún modo formando naciones y culturas que duran siglos.
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Bien, empecemos de nuevo. Comenzaré con algunos apuntes generales y poco a poco iré escribiendo las columnas de siempre durante los próximos días con la entrada del Año Nuevo. El 2023 va a ser un año político fascinante en España, con elecciones municipales, autonómicas y generales a la vista. Comencemos con las diferencias y las naciones.
He vuelto unos días a Inglaterra para pasar la Navidad con mis padres y mi hijo, y por primera vez desde que empezó la pandemia del Covid. Grandes cantidades de pavo y chocolates y regalos y paseos por el campo llenos de reflexiones interesantes.
Aún después de casi 25 años, casi toda mi vida adulta, en España, Inglaterra siempre me sorprende de nuevo, cada vez, con lo verde que es, en comparación con las tierras del sur de la península ibérica. Verde, marrón, gris y todo mojado, con colinas y campos ondulantes, no el paisaje más amarillo, azul, árido e irregular al que estamos acostumbrados en casa (evidentemente hay distintas partes de distintos países con distintos paisajes y climas pero los que han vivido o viajado en otros países durante largos períodos de tiempo lo comprenderán y me permitirán la generalidad).
Siempre me lleva a pensar también en cómo suceden las diferencias entre países, o las diferencias en un mismo país a lo largo del tiempo. Cómo el cambio nos llega a todos, casi sin darnos cuenta. Cosas que parecen tan llamativas y obvias para los visitantes pero que son tan imperceptibles o incluso olvidadas para los lugareños.
El idioma que escuchas a tu alrededor, por supuesto, o la forma en que la gente hace el café o prepara las comidas. Las horas de comer o los tipos de bombones. Los tonos en los que hablan los presentadores de la televisión. Las referencias deportivas. Las tiendas y empresas y anuncios que son diferentes esta vez que la anterior. Tal vez se haya construido una carretera completamente nueva o un puente interesante. Los niños juegan con juguetes nuevos diferentes que molan en un lugar pero no en el otro.
Algunas relaciones se han vuelto más estrechas durante los años que han durado los últimos acontecimientos en una sociedad, algunas se han estirado o incluso roto, tal vez sin visos de repararse algún día. Sobre todo durante el Covid con todos los confinamientos, el distanciamiento social y las nuevas normas para interactuar. Mi hijo, que ya tiene 10 años, nota las diferencias por primera vez: los coches de policía son distintos y el sonido de sus sirenas también, la gente conduce en el otro lado de la carretera, y damos la vuelta a las rotondas en sentido contrario.
Pequeños cambios, la mayoría insignificantes en el momento, detalles fugaces en las vidas y los hábitos de millones de individuos con sus propias luchas diarias en el breve tiempo absoluto que estamos todos aquí en la Tierra, pero quienes de una forma u otra, mientras, forman parte de familias y pueblos y ciudades y grupos que juntos componen una sociedad, una mezcla de culturas y valores y narrativas y lenguajes y símbolos tribales y compartidos que juntos durante muchos años generan recuerdos de acontecimientos y problemas compartidos y construyen infraestructuras y tecnología para tratar de resolverlos.
Luego hay un ente que llamamos nación o estado nación, dividida en algún tipo de regiones, que se asienta encima de todo lo demás para administrar el poder político, jurídico y militar de parte de todas las personas que viven en ese lugar y, a veces, contra otras naciones. Esas naciones, que pueden durar varios siglos y abarcar varios millones de vidas a lo largo de muchas generaciones, comparten una era común en el transcurso de los asuntos mundiales y cambian despacio bajo la influencia de ideas, ideologías, tecnologías y acontecimientos para convertirse en algo que anteriores generaciones, ya fallecidas, quizás solo reconocerían en nombre o por la geografía si nos visitaran de nuevo por unos días.
La Inglaterra de Enrique VIII o la España de los Reyes Católicos se convirtieron poco a poco en el Reino Unido de Carlos III y la España de Felipe VI. Ambos países lidian con movimientos independentistas estos años. En uno hay bastantes republicanos; en el otro, no tantos.
En medio de las ajetreadas vidas diarias, los vecinos a veces pasan junto a símbolos o monumentos que señalan esa nación y gran parte de su historia—sin pensarlo ni un segundo de camino al trabajo o a ver a los amigos en otra calle—y que aún hoy pueden resonar y formar parte del sentido nacional, décadas o siglos después de ocurrir los hechos. En otros países, ese tipo de símbolos podrían no existir, o podrían no tener ese significado o podrían dividir en vez de unir. Como este monumento a los caídos (abajo), por ejemplo, en el pequeño pueblo donde aún viven mis padres, muy bien cuidado más de 100 años después de que fuera inaugurado por un tal Capitán France-Hayhurst allá por el año 1920.
Mi padre ha comentado que hace poco se había leído uno de los libros de Anthony Beevor sobre la Guerra Civil española y ha preguntado entre dulces de Navidad si la gente en España se había alejado ya de todo aquello después de tantos años o si todavía era un tema que dividía. “¿Ves ese monumento, ahí, papá? Vamos a contarte algunas historias…”
Feliz Navidad a todos.
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