¿Cuánta destrucción creativa desatará Vox en la política española en 2019?
(01/01/2019) ¿Reaccionará Pedro Sánchez a tiempo para detener el ascenso de Abascal?
(Original publicado: 01/01/2019)
En 2019, España se enfrenta a un año electoral colosal. Habrá municipales, europeas y en muchos casos autonómicas dentro de cinco meses: el 26 de mayo. Pedro Sánchez (PSOE), con su gobierno en minoría (sólo 84 de los 350 escaños en el Congreso), podría incluso decantarse por un súper domingo y convocar generales anticipadas para ese fin de semana también, o hacerlo en algún otro momento plausible durante el año según creyera que afectaría sus posibilidades de permanecer un rato más en Moncloa.
Se dice a veces que las municipales predicen el resultado de las siguientes generales. Si el Sr. Sánchez cree que la explosión de Vox en Andalucía en diciembre representa la amenaza de una paliza electoral en los ayuntamientos del resto el país antes del verano, podría anticiparse aún más, para no perder tanto. Si el Sr. Abascal ha logrado de repente ese resultado en pleno corazón socialista, ¿qué podría conseguir en Levante o en Castilla y León? Podría ser una derrota mayor. Otra opción sería hacer como Mariano Rajoy (Partido Popular), su predecesor en Moncloa, e intentar esperar a que se desinfle un poco la burbuja Vox, a que la cuenta atrás formal hacia las siguientes generales termine tranquilamente en 2020, o al menos hasta finales de este año nuevo.
El auge de Vox significa que España pasa ahora de la política a cuatro bandas a la de cinco, o incluso seis si tenemos en cuenta el efecto de los nacionalistas autonómicos en el todo, dado su peso electoral y su influencia política en general, establecido de esa manera, a su favor, en 1978. La política a seis partidos se aleja de cualquier opción de gobierno decisivo o de la toma de decisiones colectiva para un futuro mejor para todos. Algunos han soñado que esto significa un giro hacia lo que se considera un modelo más racional de formación de coaliciones como en el norte de Europa, cual Borgen, la famosa serie política danesa, pero en estos tres años desde el doble ciclo electoral y el estancamiento de 2015 y 2016 se ha producido muy poca resolución de problemas nacionales y casi no se ha logrado nada en cuanto a la formación de coaliciones. La realidad nos ha regalado más postureo, más pavonearse y más polarización.
El resultado más dramático ha sido la incapacidad del país para resolver la crisis separatista de manera definitiva desde hace 15 meses. La aplicación del Artículo 155 por parte del gobierno de Rajoy fue un paso en la dirección adecuada pero convocar nuevas elecciones autonómicas de manera inmediata fue un error y al Sr. Puigdemont le ha sucedido el Sr. Torra, quien apoya abiertamente, desde la comodidad de las instituciones financiadas por los contribuyentes, el uso de la violencia callejera radical como camino hacia la aún inexistente y aún irrealista república catalana independiente. El enfoque de Pedro Sánchez, vendido a los votantes como “diálogo” en realidad tapa la dependencia de un gobierno central débil de los votos separatistas en el Congreso, pero al menos ha tenido el efecto de permitir que los partidos independentistas tengan la oportunidad de pelearse entre ellos en lugar de unirse contra Moncloa. Eso, sin embargo, tampoco es una solución adecuada a largo plazo.
Este mes arranca el juicio de los separatistas, en prisión provisional desde finales de 2017 o marzo de 2018, y durará varias semanas. Aumentará el grado de conflictividad y los medios de comunicación, tanto españoles como internacionales, prestarán más atención. Al Gobierno se le complicará aún más por la presencia de Vox, porque el partido del Sr. Abascal ha actuado de acusación popular desde el 1 de octubre, su nombre impreso en blanco y negro en la mayoría de los documentos judiciales y procesales que han salido de los tribunales desde entonces. Desde el punto de vista político, y de manera radical, Vox propone no sólo la recentralización de algunas competencias (Educación, Sanidad, Policía, etc.) sino quitar las comunidades autónomas del todo.
Cataluña, Vox, Cataluña, Vox, Cataluña, Vox y mientras los medios harán caso también a lo que ocurra con la formación del nuevo gobierno en Andalucía, donde la derecha ha logrado un acuerdo a tres bandas para presidir el parlamento autonómico. Este mes intentarán repetir el truco y formar ese nuevo gobierno regional para poner fin a 40 años de dominio socialista en el sur. Cataluña, Vox, Cataluña, Vox, Cataluña, Andalucía…y más de nuevo más Vox. Ya que estamos por Sevilla y Málaga, echamos algunas noticias sobre inmigración en las costas, o con algunos centenares de africanos más saltando las vallas en Ceuta o Melilla, o algún vídeo adicional en Twitter con decenas de personas corriendo hacia la playa desde la patera, u otro permiso al Open Arms para atracar en Algeciras con otro cargamento de rescatados, o recogidos, de la costa libia. El Sr. Abascal podrá salir en los telediarios para vender una política de inmigración más férrea, o más xenófoba, según.
Y los medios de comunicación y los tribunales se encargarán de ofrecernos otra media docena de delitos potentes antes de mayo, asesinatos y violaciones para conmocionar al personal y dar a los programas de televisión matutinos asuntos de qué especular. Vox hablará de sus políticas de cadena perpetua, de prisión permanente revisable, de encerrarlos y tirar la llave. Y el culebrón en que se ha convertido la exhumación de Franco seguirá, dada la incapacidad del gobierno socialista en minoría para convertir su gran gesto simbólico “urgente” en una realidad.
Cataluña, Vox, Andalucía, Vox, inmigración, Vox, delitos potentes, Vox, Franco, Vox. ¿Pero por qué?
El Sr. Abascal y su equipo tendrán que decidir si dejarán que el aspecto nacionalista xenófobo de su marca electoral crezca sin freno o si quieren intentar controlarlo con un “patriotismo radical” o algo del estilo, pero sugeriría que el hilo conductor a todo esto es que Vox vende una respuesta robusta, en ese contexto de polarización creciente, a una gran falta de liderazgo a la hora de solucionar las principales crisis nacionales, aún sin resolver, o al menos la percepción de esas crisis, con los votantes preocupados por su país, España, que no es, tras años de la “nación de naciones transversal” desde la izquierda, un significante vacío. España significa algo para los españoles.
Como decía el Rey la semana pasada en su discurso de Navidad, sin decirlo en voz alta, la nación aún está amenazada por el separatismo, cuyo objetivo sigue siendo redibujar el mapa del país y llevarse la quinta parte del PIB; y aún no se ha recuperado a nivel económico, sobre todo para los jóvenes. Todo esto no significa que Vox podrá efectivamente ofrecer ese liderazgo constructivo fuerte, llegado el momento de la realidad, pero los otros cuatro o cinco partidos aún reaccionan y responden ante la repentina popularidad entre los votantes de las audaces sugerencias del Sr. Abascal, quien recibe cada vez más atención mediática. Si este análisis fuera correcto, o al menos iba por buen camino, se le abre también una posibilidad al Sr. Sánchez para permanecer más tiempo en Moncloa. ¿Qué pasaría si el Presidente decidiera en 2019 dar marcha atrás y olvidarse del apoyo separatista, aplicando otra vez el 155, con el apoyo de Ciudadanos y tal vez el PP? ¿Qué pasaría si intentara dibujar una política de inmigración más inteligente? Demostró con la moción de censura en mayo que es capaz de cierto matonismo político si se trata de su supervivencia personal.
2019 va a ser un año emocionante en la política española.