Día 2: Quezada admite que mató a Gabriel Cruz pero se declara inocente de su asesinato
(10/09/2019) Gabriel le preguntó en el coche: "Ana, ¿me vas a traer luego, verdad?".
(Original publicado: 10/09/2019)
Ana Julia Quezada se ha declarado "inocente" al comienzo de la segunda sesión del juicio por la muerte de Gabriel Cruz, 8 años, en marzo de 2018 en Rodalquilar (Almería), pero ha reconocido, ante la primera pregunta de la fiscal, Elena María Fernández, que "dio muerte" al niño el 27 de febrero de 2018, el mismo día de su desaparición.
La acusada es la madre de dos hijas y llegó con 18 años a España desde la República Dominicana, de mano de su hermana quien, según su versión, la quería meter en la prostitución. Estuvo casada con un hombre llamado Miguel Ángel durante 16 años.
Sobre las circunstancias en las que falleció una de sus hijas en Burgos, "se cayó de una ventana", la magistrada no ha permitido pregunta alguna por carecer de relevancia para el juicio de estos hechos. Sobre su segunda hija, Judith, quien viajó desde Burgos para ayudar en las labores de búsqueda en 2018, Quezada ha afirmado que "he tenido una buena relación con ella siempre".
Judith Redondo Quezada (25 años, Burgos) ha declarado como testigo esta mañana por videoconferencia y ha pedido al tribunal ni ver a su madre en la pantalla mientras contestaba: "la relación era totalmente nula", ha afirmado, aunque de vez en cuando hablaban por teléfono o WhatsApp "cuando [la acusada] tenía problemas de pareja".
"La relación siempre ha sido distante".
En la época en la que vivía aún en Burgos, su madre trabajaba en la carnicería del barrio y, al cumplir su hija 18 años, su padre se instaló en la casa familiar. La Sra. Redondo ni se enteró años después de que su madre se había mudado a Almería.
Casada con Sergio M. García, se mudó a Almería pero para marzo de 2018, Quezada y Sergio se habían divorciado y la acusada había conocido a Ángel Cruz, el padre de Gabriel, "en Nochevieja de 2016" con quien empezó una convivencia como pareja "en septiembre de 2017, en Vicar (Almería)".
Conoció a Gabriel, "un niño muy educado", "a la semana" de conocer al Sr. Cruz, quien disfrutaba de un regimen de visitas los fines de semana alternos, los martes y los jueves. Se encargaba de cuidar al niño los días de visitas porque el padre trabajaba y era habitual que tuviera acceso a la casa de la abuela paterna en Las Hortichuelas (Almería), con familiaridad para entrar y salir.
No conocía a la madre, Patricia Ramírez, salvo por algunos contactos puntuales y los padres se llevaban bien, con una buena comunicación. Una vez, Gabriel le había dicho que tenía "una nariz más fea".
Preguntada si había tenido algún momento de tensión con la Sra. Ramírez, Quezada ha dicho, enojada: "¡Eso es mentira! No he tenido con Patricia ningún problema".
La fiscal ha pedido al tribunal reproducir la grabación de una conversación telefónica que tuvo lugar el día 5 de marzo a las 16:09 horas, y en el minuto 6:30 de la llamada, el jurado ha oído a la acusada entonar claramente la siguiente descripción de la madre de Gabriel: "es una hija de puta y mucha gente la odia, es mala gente". Quezada ha empezado en ese momento a llorar, desconsolada.
Entre las múltiples imágenes mostradas al tribunal hoy, la Fiscalía ha querido enseñar al jurado una imagen del escritorio del portátil de Quezada, con una foto de su perrita y un enlace a un vídeo de YouTube sobre "las 10 plantas venenosas más mortales del mundo".
Francisco Torres, para la acusación popular, ha preguntado al tribunal si no había intentado envenenar al menor en dos ocasiones anteriores, un mes antes del crimen. Un primer testigo ha respaldado la teoría.
Francisco Manuel Martínez Murcia (54, psicólogo clínico), quien había tratado a la Sra. Ramírez en los meses previos, ha declarado que ya había problemas con respecto a la relación de Gabriel—"un niño especialmente correcto […] especialmente sensible […] con una nobleza espectacular"—y Ana Julia Quezada.
La madre empezó a describirle cambios en el comportamiento del niño a raíz de la nueva relación de pareja de su padre. El Sr. Martínez ha descrito "la angustia" o "el miedo" del niño, quien "sentía que su padre ya no le prestaba tanta atención", sentimientos que verbalizó a su madre, a su abuela y a una psicóloga que llegó a evaluar al niño.
El 22 de febrero de 2018, tan sólo cinco días antes del crimen, la psicóloga recomendó al padre no dejar a Gabriel solo.
El Sr. Martínez también ha afirmado que efectivamente hubo dos episodios en dos martes anteriores, aproximadamente un mes y medio antes del crimen, cuando la acusada estaba a solas con el niño y el padre trabajaba: el niño presentó con síntomas abdominales "severos" y vómitos.
A preguntas de su propio abogado, Esteban Hernández Thiel, la acusada ha explicado que llevaba un año cuidando al niño sin darle nada venenoso y que nunca durante ese periodo había enfermado, salvo algún episodio de diarrea.
El vídeo de las plantas era porque su hobby eran las plantas y la jardinería, ha asegurado. "Es la primera vez que oigo algo así", ha testificado su hija, Judith, quien se enteró de lo que había pasado por una llamada de su madre la misma noche de la desaparición de Gabriel pero ésta nunca le contó lo que había hecho al niño. "Yo siempre he ido de corazón", ha dicho entre sollozos: "yo he ido de buena fe".
El 27 de febrero de 2018, el día del crimen, la acusada y la abuela de Gabriel se fueron a comprar a Campohermoso y dejaron al niño en casa de unas primas. El padre se marchó a trabajar y, tras realizar la compra, las dos señoras "recogimos a Gabriel para ir a comer".
Las primas no se querían venir, por encontrarse una "pachucha", pero Quezada ha asegurado que propuso tanto a Gabriel como a la abuela ir a la casa en Rodalquilar, que llevaba varios días pintando con el Sr. Cruz, mientras Gabriel se quedaba en la casa de la abuela o para jugar con los primos.
"Sólo fue a Rodalquilar con Ud. el día 27?", ha preguntado la fiscal.
"Sí", ha admitido Quezada. Aquella mañana, el niño se vistió solo, preguntando a la abuela dónde estaba la ropa. Después de comer "macarrones con tomate y bonito", anunció que "me voy a jugar con los amigos" y la abuela le dijo que se esperara 10 minutos para que los primos terminaran.
"Yo vi al niño por última vez en la verja. Yo estaba en la puerta de la casa", ha asegurado. Ha negado que llamara al padre para pedirle que quitara la alarma de la casa de Rodalquilar con una aplicación en el móvil. Esperó unos minutos, "no me acuerdo exactamente", "cogí un refresco, cogí unas cosas" y salió en su coche.
Vio a Gabriel "entre unos matorrales" y le preguntó qué hacía allí. El niño le contestó que "estaba haciendo tiempo para que coman los primos", tal como le había indicado la abuela. La acusada le preguntó si se quería ir con ella a pintar en la finca de Rodalquilar y el niño le dijo que sí.
En el coche de camino a la finca, Gabriel le preguntó a Quezada, "Ana, ¿me vas a traer luego, verdad?".
Al llegar, Gabriel bajó del coche y ella quitó la alarma. Al mencionar "la habitación en medio" durante su descripción de los acontecimientos, la acusada ha empezado a llorar, con la voz rota.
Se ha negado a contestar a las preguntas de la acusación particular, pero el Sr. Torres ha preguntado al tribunal, para que conste en acta, en qué momento llevó la pala y el hacha de la casa de la abuela hasta Rodalquilar y si el mismo niño le ayudó a bajar las herramientas del coche.
"Yo no he llevado ninguna herramienta a Rodalquilar", ha contestado al Sr. Hernández Thiel: "todo estaba allí".
En su versión, en la casa el niño cogió el hacha y ella le dijo que la soltara "que te puedes hacer daño". El niño le dijo "que eres fea, que tienes la nariz fea". Ante la insistencia de la fiscal, Quezada ha contestado con mayor frustración, con un tono de voz subido y con más lágrimas: "¡Yo no quería hacerle daño al niño! Sólo quería que se callara. ¡No quería matar al niño!".
"¡Fea! ¡Negra! Tienes la nariz fea, no me mandes!" fueron las últimas palabras de Gabriel, según la acusada. No ha recordado si le quitó el hacha, si pataleaba, si le golpeó contra el suelo o la pared, o si se echó encima del niño: "fueron momentos muy rápidos, yo estaba nerviosa".
Sí ha admitido que le puso "la mano derecha en la boca y la nariz […] para que se callara" pero tampoco ha recordado qué hizo con la mano izquierda.
El Sr. Torres ha preguntado al tribunal cómo la acusada explicaba entonces la hemorragia y el edema cerebral.
Se dio cuenta de que ya no respiraba, "cuando lo solté". "Me quedé paralizada en ese momento. Toqué al niño y vi que no respiraba. No sabía qué hacer". Entró y salió de la casa varias veces, "a por tabaco", y decidió cavar un agujero en el jardín con una pala.
La agente judicial ha enseñado al tribunal dicha pala, incautada por la Guardia Civil, y Quezada ha reconocido que "creo que esa es la pala". No ha reconocido otro instrumento azul y gris y, sobre el hacha, que la agente judicial también ha enseñado físicamente a la acusada y al jurado, ha dicho que "yo creo que era un poco más roja" pero era del mismo tamaño y materiales.
Tras matarle, a Gabriel le quitó la ropa, excepto la ropa interior, "pero no sé por qué", y le cogió de los brazos para llevarle fuera, "no lo saqué con cuidado […] lo arrastré". Volvió a por el hacha, "en la habitación" y ha reconocido que intentó seccionarle el brazo a la altura de la muñeca "porque se le quedó una manita fuera a Gabriel".
Mientras describía el momento de intentar cortarle el brazo, la acusada, sentada ante el juez, ha gesticulado con su propia mano derecha. El Sr. Torres ha preguntado si el intento de seccionarle el brazo fue "el comienzo de intentar descuartizarlo", apuntando de nuevo que Quezada había trabajado en una carnicería.
Enterrado el niño, se fumó un cigarro, volvió a la habitación a por la ropa, que metió en su mochila, y se puso a pintar: "sí, sí, no sabía qué hacer". No llamó al 112, "no pude, no pude llamar a nadie", ha confesado, llorando de nuevo, "yo sólo pensé que he quitado la vida a un niño […] ¿cómo se lo voy a decir a Ángel?".
"No se me pasó por la cabeza huir", ha explicado a preguntas del Sr. Hernández Thiel.
Sobre las 18:30 horas, es el padre de Gabriel quien la llamó a ella para comunicarle que la abuela no sabía dónde estaba y que volviera a la casa para ayudar. La acusada, sin embargo, se marcha primero a la casa de un amigo, Juan Carlos Rodriguez, quien ha testificado esta tarde.
Apareció sobre las 17:30 horas, según el testigo para anunciarle que "se había perdido el niño".
Durante los días de la búsqueda, la acusada llegó a "perder" el mismo móvil dos días seguidos. Ha achacado la pérdida a las "cuatro o cinco pastillas diarias para poder tranquilizar mi conciencia" que estaba tomando: "yo perdí los teléfonos porque iba colocada de Diazapan".
Su hija Judith ha explicado que no notó ningún tipo de comportamiento extraño en su madre esos días, si bien cambiaba de humor. Apoyaba y ayudaba a Ángel en todo momento, con besos y abrazos.
La acusada insistió en que su hija llamara al psicólogo, el Sr. Martínez, para criticar el carácter de su ex-marido, el Sr. M. García. La hija no tenía relación con él y se sintió utilizada.
Elisabeth Requena (42 años)—quien ha pedido la colocación de un biombo para no ver a la acusada—ha testificado que Quezada perdió el móvil el día 2 de marzo durante la búsqueda pero de una manera un tanto extraño.
La Sra. Requena lo encontró a la altura de su hombro, no en el suelo y, al devolvérselo luego, la acusada lo puso inmediatamente en la mesa sin interesarse por posibles llamadas perdidas o pistas sobre el paradero de Gabriel.
Durante un paseo esos días, Quezada "nos encaminó a pasar por enfrente de la casa de Sergio", su ex marido, quien vivía a unos 800 metros del lugar en el que se encontró la camiseta blanca.
"Actuó como si no me conociera", ha dicho el Sr. M. García sobre el encuentro con la acusada, el Sr. Cruz y la Sra. Requena.
La acusada ha reconocido que la imagen de una camiseta blanca mostrada ante el tribunal era la prenda de Gabriel, que la había cogido de la casa de la abuela, que la había colocado en una zona de matas, un cañaveral, cerca de la casa de su ex-marido, y que sabía que su ex-marido tenía una furgoneta blanca.
Preguntada por la fiscal por qué había colocado allí la camiseta, y por qué había llamado a Ángel para decirle que la había encontrado, Quezada ha contestado que "yo quería que a mi me cogieran porque yo no podía más con mis propias palabras".
La Sra. Fernández ha solicitado al tribunal incluir una grabación de la fase de instrucción en el juicio, que la magistrada ha admitido, por haber ofrecido la acusada una respuesta contradictoria a esa pregunta. En un primer momento, había declarado que había colocado la camiseta porque "quería darle esperanza al padre". La fiscal ha apuntado que en los 18 meses desde el crimen era la primera vez que Quezada había manifestado dicha explicación.
Ha negado que intentara tapar el hoyo donde estaba enterrado en los días posteriores, "yo no quería que quedara bien oculto el cuerpo de Gabriel". Llegó a acudir a la finca, a sabiendas de que allí estaba Gabriel muerto, con su propia hija, Judith y con una familiar del Sr. Cruz, Sara Fernández Reyes (31).
"Ella me dijo que quería ir a la finca", ha dicho su hija: "vamos allí que yo allí siento paz". Había maderas y sillas apiladas en el suelo, "al lado de la piscina, un montón". Su madre "se quedó en la parte de la piscina", se fumó un cigarro y dijo que iba a quitar más tablones.
"Propuso ir a Rodalquilar para un paseo", ha dicho la Sra. Fernández Reyes, y una vez allí "se fumó unos cigarros". Ya había una parte de las maderas de las piscina cubierta retiradas y Quezada les animó a apilar más maderas en el mismo sitio donde ya había un montón. Debajo estaba el cadáver de Gabriel.
"Ana siempre quería ir a Rodalquilar", ha afirmado.
El día 9 de marzo, durante la concentración de apoyo, Quezada le dijo al Sr. Martínez, el psicólogo, que "al niño lo han matado, ya son demasiados días".
Decidió intentar mover el cadáver, "a un garaje" el domingo 11 de marzo, "cogí a mi perrita, le dije a Ángel que me voy, y me fui". Destapó a Gabriel, "quito la madera y todo lo demás", cogió una toalla roja y blanco de la perra—"echa mucho pelo"—la usó para envolver el cadáver y lo metió en el maletero del coche.
"Yo decidí ir a la finca y sacar el cuerpo de Gabriel", ha afirmado.
No ha recordado haber pronunciado unos susurros en una grabación de la Guardia Civil—que se ha reproducido ante el tribunal—pero los jurados se han acercado al altavoz del televisor y todos han confirmado con la cabeza que la acusada había enunciado dichas frases.
El tribunal ha visualizado una secuencia de imágenes que muestran a Quezada llegando a la finca el 11 de marzo de 2018 en su coche, las maderas, la acusada sacando una toalla roja y blanca del vehículo—que también se ha enseñado físicamente a la acusada y al jurado—agachándose para coger el cadáver de Gabriel con la toalla, trasladando en sus brazos el cadáver y colocándolo en su coche.
La acusada ha reconocido que era ella en todas las imágenes.
Y por segunda vez en el día de hoy, la fiscal se ha quedado atónita al explicar Quezada cuál era su plan ese día: ir a la casa de Vicar con su perrita, escribir dos cartas—una al Sr. Cruz y otra a su hija, Judith—y suicidarse con las pastillas que tenía. De nuevo, la fiscal no se había enterado de dicho aspecto durante los 18 meses de investigación y preparación del juicio.
"Perdóname, Ángel", ha comenzado a decir entre sollozos la acusada en un momento de la sesión. La magistrada le ha cortado de inmediato: "¡Escuche lo que le van a preguntar!". En otro, ha empezado a pedir perdón "a Ángel" y a la familia fuera del turno de preguntas de su letrado, y la magistrada le ha cortado en seco: "Ana Julia, ¡vuelva a su sitio!".
"No me apetece ni tengo ganas" de hablar con [mi] madre, ha afirmado su hija, la Sra. Redondo.
Ana Julia Quezada Cruz (República Dominicana, 1974) está acusada de asesinato con respecto a la muerte de Gabriel Cruz, 8 años, en marzo de 2018, de dos delitos de lesiones psicológicas, con respecto a los padres del niño, Patricia Ramírez y Ángel Cruz, y de un delito contra la integridad moral, con respecto al padre.
Ha ratificado sus declaraciones ante la Guardia Civil y la descripción de la visita posterior al lugar de los hechos en compañía de los agentes.
La madre de Gabriel ha llegado al Palacio de Justicia minutos antes de las 15:30 horas, acompañada del Sr. Martínez, quien había declarado por la mañana como testigo. Ha entrado a testificar sobre las 16:00 horas, durante unos 35 minutos, a puerta cerrada.
Esta tarde también han declarado a puerta cerrada el padre del niño, la abuela y una prima menor de edad.
El juicio sigue mañana por la mañana en la Audiencia Provincial de Almería. El jurado de 9 personas, compuesto de siete mujeres y dos hombres, está presidido por la magistrada Alejandra Dodero. La Fiscalía solicita la prisión permanente revisable.