¿Ganará Vox algún escaño en el Congreso?
(13/11/2018) Abascal no es el nuevo Franco pero tiene que aprender a convertir el foco mediático en votos
(Original publicado: 13/11/2018)
Hace dos años, cuando Donald Trump ganó las elecciones presidenciales en EEUU, con el apoyo de Steve Bannon y la alt-right, un partido español empezó a hacer gestiones enseguida para posicionarse como la respuesta ibérica a ese nacionalpopulismo estadounidense en auge. Los primeros intentos de Vox, sin embargo, no fueron mucho más allá de unas cuantas reuniones, en ambos lados del Atlántico, y algunas notas de prensa acompañadas de fotos de Santiago Abascal con Marine Le Pen (Francia, Frente Nacional), Geert Wilders (Holanda, Partido por la Libertad) o Frauke Petry (Alternativa para Alemania). Pero sin chicha. En un artículo reciente que describía ese período, El Confidencial escribió que Vox era considerado "un paria entre las fuerzas de la derecha euroescéptica europea".
El lunes, Vox publicó un video pre-campaña con el Sr. Abascal montado a caballo troteando por alguna llanura andaluza, en compañía del torero Morante de la Puebla y unos cuántos más. Un gesto más al estilo de Putin que de Trump, con música aventurera. “La Reconquista comenzará en tierras andaluzas”, dijo un tuit, mientras cabalgaban hacia las nubes en el horizonte.
Creado en 2013, en las elecciones generales de diciembre de 2015 el partido obtuvo solo el 0,23% del total, menos de 58.000 votos, y en las siguientes, en junio de 2016, les salió aún peor: perdieron 11.000 votos para terminar con el 0,2%, muy lejos de cualquier nivel que implicaría algún escaño en el Congreso.
No había muchas ganas de alt-right, extrema derecha, ultraderecha, derecha nacionalpopulista o ningún otro tipo de derecha en España que no fuera el Partido Popular, que durante unos 30 años logró abarcar todo el espectro a la derecha del PSOE. A medida que Podemos empezó a subir a la izquierda, las primeras grietas comenzaron a aparecer también a la derecha, con Ciudadanos, que llegó a un respetable 13% en esas elecciones generales, por los votantes del PP hartos del abandono de Rajoy a los que rechazaban el aborto o quienes apoyaban a las víctimas del terrorismo. Pero en Ciudadanos aún les faltaban año y medio para cambiar sus raíces socialdemócratas por una agenda liberal.
Y todos los políticos españoles son europeístas. Aquí no hay un Farage o un Salvini, animando a los votantes a abandonar a Bruselas.
Este verano, el Sr. Abascal ha salido bastante en la televisión, indignado por las pateras que llegan a las costas españolas desde África. Sería un problema manejable si se adoptaran las políticas correctas, pero hasta entonces les sirve a los políticos de derechas para chupar cámara. Una encuesta de Metroscopia en octubre les dio el 5,1% de los votos y Vox llenó el Palacio Vistalegre en Madrid con 9.000-10.000 simpatizantes, el mismo lugar que había llenado Podemos en 2014 cuando comenzó a dispararse en los sondeos. Esta vez, sin embargo, en lugar de editoriales alabando un feliz futuro progresista tras años de crisis financiera y austeridad, sonaron las alarmas, fuerte, en las redacciones de izquierdas en toda España, a mayor horror de sus editorialistas: “La extrema derecha llena Vistalegre”, “La ultraderecha llena Vistalegre”, “Vox llena Vistalegre con un proyecto contra los extranjeros”.
Este fin de semana, Vox celebró otro mitin en Sevilla, en un lugar de la capital andaluza que, de nuevo, Podemos había llenado con sus seguidores a principios de 2015, pero que Albert Rivera y Ciudadanos sólo pudieron llenar a medias a finales de ese año. ¿El resultado del Sr. Abascal el domingo? Todo lleno. Su candidato en las andaluzas, un juez, Francisco Serrano, rechazó la etiqueta de “extrema derecha”, dijo que las consideraciones de género eran un “invento perverso” y que el partido aceptaba a los homosexuales e inmigrantes, “siempre y cuando se integren con los españoles”, arremetió contra los separatistas catalanes, pidió el cierre de las mezquitas fundamentalistas y celebró las corridas de toros y la Semana Santa. El partido se metió en una pelea con La Sexta el domingo por la tarde, acusando a los reporteros del canal de inventarse citas homófobas y racistas que no se habían dicho durante el acto, lo cual recuerda directamente a la dinámica entre Donald Trump y la CNN.
Dado el creciente interés mediático en las últimas semanas pero unos resultados aún pequeños en las encuestas (el promedio ronda el 2,5% y no todas las empresas preguntan por Vox), el Sr. Abascal debería rezar todas las noches, con las manos bien apretadas, para que La Sexta y Ferreras decidan lanzar un ataque mediático contra los mítines y actos electorales de Vox, tanto durante la próxima campaña andaluza como durante los próximos siete meses hasta las municipales, autonómicas y europeas en el resto del país el año que viene.
Y dada la inclinación de Abascal por las citas polarizantes y el apetito de Ferreras por los espectadores, sería una unión casi divina, sobre todo si a nivel editorial La Sexta se propone dividir el voto a la derecha entre el PP, Ciudadanos y Vox. Hasta podrían organizar peleas diarias en directo entre Abascal y Pablo Iglesias. Al público le encantaría, y se le dispararían las cifras de audiencia.
Atentos, pues, a lo que suceda en las próximas tres semanas en Andalucía, en la televisión y en Twitter, y miremos si Vox sabe convertir el ruido en progreso real: un escaño en el parlamento regional sería más que suficiente para tomar nota. Y luego observemos las encuestas de aquí a Navidad: si el Sr. Abascal es capaz de aprovechar la campaña andaluza para alcanzar un 4-5% consistente en las encuestas nacionales, en lugar del 2,5% actual, habrán progresado al siguiente nivel y serán un peligro real tanto para el Partido Popular como para Ciudadanos en 2019, sea cual sea la etiqueta que les pongamos.