La cosmovisión de Vox y la nueva derecha radical internacional en sus propias palabras
¿Es todo una reacción conservadora tradicional normal al auge de la izquierda global o un nuevo movimiento cristiano autoritario xenófobo que quiere deshacer el orden económico mundial?
Les gusta: el control, la exclusión, la identidad, Dios, el cristianismo, la tradición, la historia, el folclore, las fronteras, las naciones, la soberanía, el proteccionismo, “nosotros”, otros cristianos tradicionales, los viejos tiempos
No les gusta: “millones” de inmigrantes ilegales africanos, árabes o musulmanes, los hechos históricos que no les conviene, las élites globales, los burócratas de Bruselas, Von der Leyen, China, la izquierda mundial, el muliculturalismo woke, la ingeniería social, las leyes de género
Trump, Cruz, Meloni, Orban, Uribe, Kast, Morawiecki, Abascal
“Somos todo menos monstruos”, prometió Giorgia Meloni (Italia)
Un foco principal del evento de Vox en Madrid el fin de semana pasado fue una obra de propaganda producida por Vox para el público y YouTube que representó la versión política de la historia de España que le gusta a Vox. Un personaje abuelo convence a un personaje niño enfermo para dejar un rato los vídeo juegos—“los libros eran nuestro Netflix”—y conocer con él a algunos de los personajes históricos preferidos por Vox para oír cuentos de “sangre, héroes y milagros”, en la que España sale victoriosa y gloriosa siempre gracias a “la cruz, la fe cristiana”, “la cruz de la victoria”, etc. “Ocho siglos costó echarlos [a los musulmanes]”, dice el abuelo: “ocho siglos de grandes señores”. Todo el trozo de la historia de España conocido como Al-Andalus, a la basura, sólo sirve como recurso antagonista para el resto de la narrativa heróica. “No podíamos fallar, teníamos la cruz de la victoria”, anuncia el Pelayo chapuza en el escenario. España, la cruz, la cristiandad, la fe y la victoria encajan con el relato de Vox para animarte a votar a Abascal en las elecciones el año que viene. Según el cuento de Vox, después de esa hora de lavado de cerebro histórico, el abuelo simpático ha convencido al niño enfermo para dejar la vídeoconsola porque le parece más interesante la versión de la historia de España de Vox. ¡Cúrate votante enfermo, desengánchate de la tecnología globalista del Siglo XXI para ver y creer de nuevo en la sana luz cristiana de la España de hace cinco siglos! Vox propone así nada menos que una Ilustración reaccionaria. En vez de iluminar un camino hacia un futuro mejor y más moderno para todos, la nueva derecha populista radical dirige su linterna hacia un club identitario más exclusivo y restringido que se lo pasaba mejor en el Siglo XV.
Si eso te recuerda a otros partidos y movimientos nacional populistas de derecha radical que conoces o sobre los que has leído en otros países, tienes razón. Este año, aparte de mensajes o discursos de Ted Cruz (EE UU, senador), Meloni (Italia, casi primera ministra), Orban (Hungría, Primer Ministro), Morawiecki (Polonia, Primer Ministro), Uribe (Colombia, antiguo Presidente) y Kast (Chile), Abascal ha recibido el beneplácito personal del mismo Trump.
El antiguo Presidente de EE UU no dijo gran cosa en su mensaje grabado, por supuesto—”protejan nuestras fronteras y hagan cosas conservadoras muy buenas”—pero era de Trump, así que Vox se emocionó. Abascal, aprobado personalmente por el macho alfa más grande de la derecha radical planetaria. ¿Quieres Trump en España? Ahora Abascal es tu candidato, la sucursal local de la nueva alianza internacional de derechas. Todos los mensajes se basaban en esos valores cristianos tradicionales mostrados en la obra de propaganda, mezclados en la lucha actual con un elenco de antagonistas más modernos. Ted Cruz enmarcó una lucha entre “las élites mundiales y la izquierda mundial” “matones”, “violentos” y “peligrosos” y los “populistas conservadores” como Cruz y Trump y Abascal, “los hombres buenos” que sólo defienden valores como “Dios”, “patria”, “familia” y “libertad” y cuya victoria más reciente se ha dado en Italia.
Meloni (Italia) no gritaba de manera encolerizada esta vez en su monólogo editado de ocho minutos para “los patriotas españoles” sino que intentaba aparentar más presidencial en un despacho con una bandera italiana detrás, entusiasmada por empezar a poner en marcha toda esta ideología de la nueva derecha radical mundial en Roma: “ni un minuto a perder”, dijo. Se pasó la mayor parte de su mensaje “conservador” y “patriótico” criticando una Europa “débil” que había invertido demasiado tiempo en cosas sin importancia y en las cadenas de suministro globalizados. Quiere cambiar el enfoque a la producción nacional con una mayor defensa de las fronteras y sólo subcontratar el suministro a una Europa más “pragmática” o emplear el friend-shoring o el near-shoring cuando sean absolutamente necesarios: “tenemos que volver a controlar lo que necesitamos”. “Somos todo menos monstruos”, prometió al final.
“Es una buena costumbre que cada año os reunáis bajo banderas españolas”, dijo Orban (Hungría), según los subtítulos de Vox: “es bueno para nuestro corazón y nuestra alma y porque a los progres globalistas les provoca un infarto”. También defendió, como Meloni, “nuestras costumbres y nuestra soberanía” frente a “los burócratas de Bruselas” y dijo que Europa debe defenderse y “luchar” contra una “invasión” por parte de “millones de inmigrantes ilegales” con la ayuda de “la ideología globalista” que juntos amenazan “nuestra forma de vida”, “nuestra cultura”, “nuestros hijos” y “nuestras familias”.
Morawiecki (Polonia) hizo hincapié en los mismos temas. “Hoy la Unión Europea no quiere acordarse de las tradiciones”, afirmó: “un pequeño grupo de burócratas en Bruselas”, “un monstruo transnacional sin valores tradicionales” cree que lo controla todo pero es “pura fantasía” construir el edificio continental “sin tener en cuenta las identidades del pasado” porque “las naciones soberanas son las que están formando Europa”. Todo es “un caos de valores” para “las generaciones futuras” porque “somos todos hijos de la civilización cristiana” y “beneficiarios de la herencia de las civilizaciones más grandes, de las civilizaciones cristianas”—volvemos a la obra propagandística de Vox con el abuelo simpático y el niño enfermo—“no voy a pedir perdón por ser polaco, soy cristiano”. ¿Quién o qué está en riesgo debido a todas estas amenazas elitistas, globalistas y migratorias? “Nuestras casas en Polonia y en España están en peligro”, aseguró el Primer Ministro polaco, así que “vamos a proteger” “nuestras casas”, “nuestros hogares”, “nuestras patrias” y “nuestros países”.
Abascal (España) arrancó diciendo que ya le habría gustado ser polaco si no hubiese sido español. ¡Polonia, ese gran país que salvó a Europa…”en 1683”! La Europa que “contuvo al turco”. Polonia el país del Papa Juan Pablo II, gran cristiano y luchador contra el comunismo. Polonia, cuna del sindicato Solidaridad, que ahora ha dado nombre al sindicato de Vox en España. “Los burócratas de Bruselas”, se mofó el líder de Vox, “¡qué enemigo más pequeño y más ridículo!” al lado de los vencidos en la Historia por Polonia. “La situación es grave”, aseguró. España y otras naciones están “al borde del abismo” y “la ruina amenaza las clases medias y poulares”, gracias a los globalistas y la izquierda. ¿Por dónde anda la amenaza? Los inmigrantes, como no: “se ha esfumado esa España segura en la que se podía dejar las puertas abiertas […] no tenemos unas casas seguras, porque son ocupadas, no tenemos unas fronteras seguras, y por eso tampoco están seguras nuestras calles”.
“Se desprecia nuestra unidad nacional”, “se regala nuestra soberanía”, continuó. “Han traicionado a su pueblo” gobernantes varios, “las multinacionales woke” han traído “el fin a la prosperidad a nuestras familias”. Los sindicatos, los medios de comunicaión, “los señoritos separatistas”, “las amenazas de Von der Leyen” y en general “intereses bastardos y ajenos a los españoles” lo han estropeado todo: “todos han dado la espalda a los intereses de España y del pueblo español”. La patria ha sido “humillada, arruinada, invadida”. El multiculturalismo y las fronteras abiertas han dado “una puñalada a nuestra civilización”. Propuso nada menos que nueve referéndums nacionales para “recuperar la democracia de la ingeniería social”, despachar las leyes de género existentes y erguir “fronteras seguras y políticas de inmigración ordenadas que protegen nuestra libertad, nuestra seguridad y nuestra prosperidad”.
“Los españoles volveremos a elegir nuestro destino”, terminó, en “una España soberana, dueñas de sus recursos naturales y energéticos, dueña de su destino y capaz de progeter a los suyos” frente a unas “oligarquías que no representan a nadie”.
Con una retórica así, como los separatistas catalanes, como Trump y el MAGA, y como los Brexiters y demás nacional-populistas antes, Abascal pretende hablar en nombre de y defender a “la auténtica España y los españoles verdaderos”, algo que presentan como algo más profundo y aunténtico que las generaciones actuales y pasadas de burócratas, tecnócratas, políticos y asesores, un llamamiento tribal que no sólo es anterior a la Transición sino anterior a la Ilustración, un lamento por los españoles folclóricos de antaño, cuando todo, al menos según la imaginación autoritaria de Abascal, Trump y Orban, era más sencillo y mejor y más glorioso y podían pasarse el tiempo a caballo con espadas y cruces cazando a musulmanes invasores en vez de tener que preocuparse por los derechos humanos universales, las múltiples identidades humanas o las complejidades de mútiples estados de derecho entrelazados en los Siglos XX y XXI, con casi 8.000 millones de personas en el mundo, después de 300 años de modernidad, razón y progreso.