La frivolidad de los necios
(15/03/2019) Pablo Iglesias y Elsa Artadi tienen doctorados pero les parece divertido sacar a Anne Frank o Adolf Eichmann para sus mensajes.
(Original published: 15/03/2019, 20:00)
Tal vez fue mientras escuchaba una entrevista de Nick Robinson con John Major en su podcast de la BBC, Political Thinking. O tal vez eso fue la primera vez que me di cuenta del pensamiento. Luego volví a tenerlo cuando el Sr. Aznar regresó al Congreso en septiembre para su enfrentamiento generacional con Gabriel Rufián, más joven este último—e ideológicamente opuesto—con la puesta en escena del interrogatorio del ex Presidente del Gobierno en una comisión. Hasta Tony Blair me pareció sensato sobre el Brexit. Tal vez sólo fui yo haciéndome algo mayor y algo más sabio sobre cómo funciona el mundo.
Pero esta semana pasada se han pasado y me han convencido de que la nueva generación más joven de políticos ha perdido contacto con la realidad.
Primero, apareció un vídeo del líder de Podemos, Pablo Iglesisas, hablando con Jaume Asens (quien ahora será el candidato de Podemos en Barcelona para las elecciones generales), en el programa online del Sr. Iglesias, La Tuerka. Parece que disfrutan del momento, hablando de la ley y del totalitarismo, y va el Sr. Asens y saca al líder de Ciudadanos, Albert Rivera. “Rivera podría ser…", empieza a pensar en voz alta. El Sr. Iglesias le termina la frase, con una risita: "…Eichmann". Exactamente, responde Asens: "Rivera es Eichmann". "Todos tenemos un poco de Eichmann dentro", añade.
Segundo, la actual portavoz del gobierno catalán, Elsa Artadi, publicó un tuit, con el lacito amarillo separatista y una cita que dijo que era del diario de Ana Frank. "No se nos permite tener nuestra propia opinión”, escribió Artadi: “La gente quiere que tengamos la boca cerrada, pero eso no te impide tener tu propia opinión. Todo el mundo debe poder decir lo que piensa".
La versión de la Sra. Artadi—una cita errónea si miramos la original—era, dijo, “muy apropiada para el día de hoy”, e hizo referencia al campo de concentración de Bergen-Belsen. Según la narrativa separatista catalana, obviamente, el Sr. Junqueras, la Sra. Forcadell y el resto están siendo juzgados en el Tribunal Supremo por sus opiniones, no por lo que se les acusa de haber hecho.
El Sr. Iglesias riéndose de que Albert Rivera es Adolf Eichmann y la Sra. Artadi comparando el separatismo catalán con el sufrimiento de Ana Frank. Esto no puede seguir así. El Sr. Iglesias tiene un doctorado en ciencias políticas. La Sra. Artadi tiene un doctorado en economía del desarrollo de la Universidad de Harvard. Ambos son, en teoría, líderes políticos inteligentes. “Una vergüenza”, ha sido la respuesta de la Embajada de Israel al tuit sobre Ana Frank de la Sra. Artadi. Muy cierto.
¿Ya no hay nada sagrado? ¿Nada es demasiado en la carrera para ganar votos y enmarcar debates ideológicos? ¿De verdad necesitan el Sr. Iglesias y la Sra. Artadi que les recordemos quién era Eichmann y qué hizo? “Saltaré a mi tumba riendo porque la sensación de que tengo cinco millones de seres humanos en mi conciencia es para mí una fuente de extraordinaria satisfacción”, dijo, según uno de los fiscales en su juicio.
¿Tenemos que desempolvar los libros de historia y sacar más citas? Cojamos uno interesante al azar, de los centenares que hay, "Las entrevistas de Nuremberg", de Leon Goldensohn, que era un psiquiatra estadounidense en Nuremberg. Uno de los capítulos va de Rudolf Hoess, el comandante de Auschwitz, quien hizo de testigo en ese juicio.
"Allá por 1945, Eichmann tuvo que presentar un informe a Himmler", le dijo Hoess a Goldensohn: "porque Eichmann era el único que tenía que hacer los números para Himmler. Eichmann me dijo antes de ir a ver a Himmler que sólo en Auschwitz mataron por gaseamiento a 2,5 millones de personas. Es casi imposible dar una cifra exacta".
Los nazis habían construido una fábrica de la muerte tan eficiente que no podían deshacerse de todos los cadáveres: "Se tardaba alrededor de veinticuatro horas en quemar a dos mil personas con las cinco estufas", dijo Hoess, el hombre responsable de todo aquello: "Por lo general, lográbamos incinerar sólo mil setecientos. Así que siempre íbamos con retraso con la cremación".
Comparar al líder de otro partido en una democracia moderna con un monstruo como Eichmann es una vileza. Comparar la "grave situación" de los separatistas en el juicio en el Tribunal Supremo con el sufrimiento de Ana Frank es patético.
Hanna Arendt, quien informó del juicio de Eichmann en 1961 para The New Yorker, describió con su conocida frase "la banalidad del mal". Tal vez deberíamos debatir la frivolidad de los necios en la política de este siglo XXI, desapegados de la realidad, siempre esforzándose por publicar el último tuit molón o video viral durante una campaña electoral, la última gracieta en el Congreso para salir en el telediario a la hora de comer o—como hemos visto con el separatismo catalán—toda una subcultura de irrealidad imaginaria, toda una visión del mundo inventada y vendida a dos millones de seguidores como una opción política plausible por un hombre que huyó a Bélgica y finge que su casa es la sede de la nueva república.