Lo que Borrell debería haber hecho con la entrevista
(29/03/2019) Tim Sebastian fue arrogante, parcial y mal informado, pero el Ministro se cabreó y ahora la noticia es esa.
(Original publicado: 29/03/2019)
Los asesores de comunicación del Sr. Borrell deberían ser cesados por permitirle hacer esa entrevista. Su inglés no es del nivel adecuado y no conocía el material lo suficientemente bien como para enfrentarse a Tim Sebastian en ese entorno en el programa Conflict Zone (Zona de Conflicto) de DW.
Sorprendente, porque en España el Ministro de Asuntos Exteriores es conocido por su habilidad dialéctica en los debates televisivos sobre el tema del separatismo, y de hecho generó expectativas en ese sentido al ser nombrado al nuevo gobierno socialista el año pasado. Los españoles estaban hartos de, y enfadados con, un gobierno central que no sabía rebatir las mentiras, la propaganda y la desinformación separatistas, y muchos pensaban que el Sr. Borrell era el hombre adecuado para solucionar aquello, precisamente por esa capacidad retórica que ya había demostrado, sobre todo en aquella manifestación constitucionalista en Barcelona el 8 de octubre de 2017, en plena crisis catalana.
Pero como dice la metáfora, una vez que se está en la plaza, hay que saber torear. No vale quejarse cuando el toro ya ha salido al ruedo.
Y el Sr. Sebastian salió fuerte contra el Sr. Borrell, embistiendo una y otra vez con preguntas y tonos tendenciosos cual TV3—ayer la Junta Electoral de Barcelona les ordenó dejar de describir a los líderes independentistas como "presos políticos" o "exiliados"—o programa electoral separatista. El entrevistador podría haber sido el mismo Carles Puigdemont, perfectamente. Tal vez se ve de Jeremy Paxman, un matón mediático cuyo trabajo consiste en golpear a los políticos hasta que acaben en el suelo, lloriqueando y temblorosos, para cuando termine la actuación, pero el periodismo serio debería basarse siempre en hechos y en la realidad, no en el argumentario vacío del otro bando. Flaco favor hizo a los espectadores al descontextualizar las preguntas de esa manera tan tergiversada.
Incluso antes de que comenzaran las preguntas, Sebastian enmarcó lo que vendría a ser un ataque a España, por el hecho de serlo. Describió "una fuerte división en la sociedad española, sobre todo por la Justicia" y preguntó a los espectadores cómo el Sr. Borrell "responderá a la acusación de que los juicios son fundamentalmente injustos". No dio ninguna explicación, profunda o superficial, sobre por qué pensaba que la Justicia española era tan injusta. Muchos españoles se sienten orgullosos de su sistema jurídico, y ahora quizás más después de casi dos meses del juicio en el Tribunal Supremo.
La primera pregunta iba de la ex Presidenta del Parlamento catalán, Carme Forcadell: una "abuela de unos sesenta años, en la cárcel, sin ser condenada", dijo el presentador, "15 horas al día en su celda, en aislamiento". La siguiente pregunta—que habría sido la opción lógica si de mayor compresión para los espectadores se tratara—debería haber sido algo así como "¿qué ha hecho?" o "¿de qué se le acusa?" Pues no. El Sr. Sebastian se lanzó directamente a "¿es ésta realmente la imagen de España que quiere mostrar al mundo?"
El Sr. Borrell hizo lo que pudo para lidiar con ese primer embiste, pero se enredó con el inglés: "this is a judiciary decision, to keep people under control in order to avoid them to escape from the justice, like others…". De inmediato, Sebastian volvió a embestir al Ministro de AA EE, describió la "acción de un estado vengativo que se propone castigar a los acusados, que deberían estar disfrutando de la presunción de inocencia". El Sr. Borrell necesitaba la palabra "remand" o "pre-trial custody" ["prisión provisional"], un concepto que existe en la Justicia penal de todas y cada una de las principales democracias modernas del planeta, pero no le salió la frase y empezó a ponerse nervioso.
Sebastian volvió a acusar, una y otra vez, "un trato injusto", "serias dudas y preguntas" sobre la Justicia española, "un clamor importante tanto aquí como en el extranjero", "una acusación escalofriante", "un golpe a su causa", "una crítica dañina". Guantazo, guantazo, guantazo, y llevó al Sr. Borrell al borde de la plaza, contra las tablas. Y luego llegó la pregunta sobre la reforma constitucional que hizo estallar al Ministro, un dato del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de septiembre del año pasado: el 70% de los españoles quiere una reforma constitucional. Eso dijeron, efectivamente, pero para nada en el contexto en el que el Sr. Sebastian sugirió durante la entrevista.
Esa encuesta del CIS existe e incluía preguntas sobre la reforma constitucional porque el año pasado fue el 40 aniversario de la Constitución española de 1978, un gran cumpleaños para un gran logro nacional en esta época moderna. La siguiente parte de la misma pregunta, sin embargo—que Sebastian omite del todo en la entrevista—describe qué reformas constitucionales querían ver los españoles. La idea que sugiere el entrevistador ante la cámara—"aquellas disposiciones que proscriben la independencia de las regiones españolas"—ni siquiera está en la lista de opciones. Las tres respuestas más elegidas fueron "mejor coordinación de competencias en educación y sanidad" (32,4%), "incrementar la transparencia y el control de la actividad política" (28,9%) y "mejorar la protección de los derechos sociales" (22,7%). Una opción genérica—no específica a Cataluña—"la regulación de competencias de las Comunidades Autónomas" compartía el cuarto lugar con "garantizar una mayor igualdad de las mujeres", en el 19,3%.
El señor Borrell no se sabía, o no recordaba, los detalles—que siendo justos eran bastante rebuscados—y cayó en la trampa. Lo mismo con la respuesta sobre por qué Carme Forcadell está en la cárcel, en prisión provisional, a la espera de y ahora durante el juicio. Los verdaderos motivos han sido explicados una y otra vez por el juez de instrucción. Desde luego no se trata sólo de una simpática abuela encerrada por el fantasma de Franco, personificado en el Ministro de Asuntos Exteriores, ni tampoco, como sugirió un diputado de Plaid Cymru en Westminster hace poco, "por permitir un debate sobre la independencia" en el parlamento autonómico. La acusación ha sido muy clara, si uno se toma el tiempo de leer y entender los documentos de los tribunales.
Si el Sr. Sebastian quiere arrancar su entrevista con premisas sesgadas y propaganda separatista en lugar de buscar más datos y comprensión para sus espectadores, allá él, está en su derecho, pero el Sr. Borrell debería haber empezado la defensa a ese mismo nivel retórico superior, entonces, contraatacando al mal periodismo de Sebastian con cierta arrogancia propia, antes de intentar contestar a alguna de las preguntas concretas. ¿Elige el señor presentador arrancar con propaganda y desinformación? Venga, hablemos un rato largo y extendido de eso antes de contestar a ninguna de sus preguntas.
Dada la falta de conocimiento del periodista, gratuita o no, el Ministro de Asuntos Exteriores también podría haber ofrecido respuestas más extensas, más educativas, que ilustraran cómo funciona España a un nivel más profundo, y explicarle que comprar la narrativa de que los medios deberían someter a juicio a España de algún modo mientras el juicio real contra los acusados se lleva a cabo en Madrid es tomar partido, la antítesis de lo que debería buscar un periodista serio, que el Sr. Sebastián sin duda aspira a ser. Pero en vez de eso, el Sr. Borrell se puso nervioso y se enfadó, sin duda harto de más preguntas parciales de medios extranjeros sobre el separatismo.