¿Para qué existe el PP en 2018?
(27/06/2018) Con seis candidatos a liderar el partido, el gran reto es diferenciarse de Ciudadanos.
(Original publicado: 27/06/2018)
El martes, el Partido Popular dio a conocer los datos preliminares sobre los inscritos para elegir al nuevo líder del partido. Solo 64.523 de los 869.535 afiliados, alrededor del 7,4%, han pagado sus cuotas y podrán, por tanto, votar. Casi el 40% de ese total está concentrado en solo siete provincias: Madrid, Valencia, Sevilla, Murcia, La Rioja, Mallorca y Málaga, con la capital de lejos la provincia con más inscritos al corriente de pago: unos 10.000. ¿Qué porcentaje de esos 64.000 votarán cuando llegue el momento y cuál de los seis candidatos elegirán? «Si el partido no está ilusionado», ha dicho Pablo Casado, «vamos a perder las elecciones». Y 2019 viene potente: habrá municipales, autonómicas y europeas.
Mariano Rajoy fue nombrado a dedo hace catorce años por José María Aznar. Combinado con las listas cerradas, seis años y medio en el gobierno y el sistema de compromisarios, que también votan sobre el nuevo líder pero que son leales a los líderes regionales y no a las bases, podemos decir que el PP es no está acostumbrado a la democracia interna y que parece que no está preparado para ello. ¿Qué va a pasar si los compromisarios optan por un candidato distinto a aquellos inscritos que sí votan? Este martes, dos candidatos han dicho que las cifras de los inscritos bordean el ridículo. La aparición repentina de seis—desde tres ex ministros hasta un concejal del PP de Valencia hasta ahora desconocido—es más un signo de descomposición que de regeneración.
Para comparar, cuando Pedro Sánchez fue reelegido como secretario general del PSOE el año pasado, 150.000 personas votaron y Sánchez ganó con más votos, 74,805, que el PP tiene inscritos. Susana Díaz tampoco quedó muy lejos, con 59.392 votos. Incluso la farsa de la reciente votación de Podemos sobre la casa de Pablo Iglesias e Irene Montero en Galapagar atrajo a 188.000 participantes (aunque no pagaban cuotas).
El Partido Popular tiene un problema más profundo: los valores y lo que representa el partido. Años de titulares sobre corrupción, de múltiples casos que afectan al partido, han destrozado la marca. Hubo el congreso de Valencia y la purga de los liberales, y luego el ninguneo a los conservadores españoles más religiosos, digamos, dejando al PP en una especie de centro derecha de la nada, compensado por un comportamiento en materia económica aceptable para capear la crisis y por ser el partido de Gobierno el años pasado que resistió el embiste de los separatistas catalanes, que no era necesariamente lo mismo que defender a España.
Ciudadanos ha sido el gran beneficiado en las encuestas, y en 2017 quitó lo de la socialdemocracia para adoptar una filosofía, al menos en teoría, más de derecha liberal. Escuchando a los comentaristas en las últimas semanas, me ha sido difícil dar con algún tema o política donde el PP se diferencia de Rivera especialmente. Dos encuestas desde la moción de censura dan algún escaño a Vox, que Abascal ha intentado posicionar como la alt-right española desde la elección de Trump.
Si el PP ya no está seguro de sus valores, si hay división sobre los seis candidatos a líder, si sólo tiene un mísero 7,4% de los afiliados al corriente de las cuotas para poder votar, y no puede diferenciarse de Ciudadanos o incluso de Vox, ¿cómo va a crear políticas, mensajes y campañas electorales que motiven a los votantes en 2019?