Sánchez o Vox, a nivel sistémico
En Extremadura, el PP llega a un acuerdo con el partido de Abascal.
Si el sistema electoral español fuera como el británico o el estadounidense, uninominal, con un diputado por circunscripción, sería posible “derrocar el sanchismo” con un esfuerzo más local y menos dañino para el sistema en su conjunto. El PP y Vox y quien se quisiera apuntar de los restos de UPyD y Ciudadanos podrían emplear sus esfuerzos en convencer a los votantes de “Madrid-Moncloa” o cómo se llamara la circunscripción del Presidente de que sería mejor quizás librar al país de tanto narcicismo o matonismo o mentira o los pactos con Bildu o los indultos de los separatistas o los argumentos que quisieran emplear. Allí, en su circunscripción, Sánchez fuera.
Pero el sistema electoral español, como todos sabemos, no funciona así sino con las listas cerradas en las que las carreras de los diputados no dependen de su relación con los votantes y de intentar solucionarles sus problemas reales un poco sino de su relación con el jefe del partido en cada nivel, desde los ayuntamientos pasando por las comunidades autónomas y llegando a nivel nacional en Génova y Ferraz y Moncloa. Ergo, “derrocar al sanchismo” no es una cuestión de votantes en una circunscripción sino un asunto tribal de quitar a todo el otro bando. ¿A cambio esta vez de qué a nivel sistémico?
A cambio, en esta ocasión, y como bien ha señalado Sánchez desde el día en que anunció repentinamente estas elecciones generales, de que el PP de Feijóo meta en el Gobierno nacional a Vox, con sus rancios discursos anacrónicos, nacionalistas y xenófobos. No es sólo en Valencia como al princpio, ni sólo en algunos Ayuntamientos, con sus concejales de Vox que cargan contra los derechos LGTBI o el feminismo. Ya no cabe duda de que Feijóo metería a Abascal en su gobierno nacional.
María Guardiola, en Extremadura, decía la semana pasada que de ninguna manera podía gobernar con “aquellos que niegan la violencia machista, a quienes usan el trazo gordo, a quienes están deshumanizando a los inmigrantes, y a quienes despliegan una lona y tiran a la papelera la bandera LGTBI”. Le han dicho que se calle y que cambie su posición 180 grados y que firme el acuerdo con Vox, y hoy lo ha hecho.
“Lo que ha pasado en Extremadura, pues ha ocurrido lo que todos sabíamos que iba a ocurrir”, ha dicho Sánchez hoy: “Allí donde puede gobernar, porque dan los números, el Partido Popular con Vox, gobernarán”. Así que eso queda claro a tres semanas de la votación. El PP le da la razón a Sánchez con el marco que presentó a finales de mayo. Ahora queda por saber si es lo que realmente quieren los españoles, a nivel sistémico, y habiendo desaparecido el partido de centro, Ciudadanos. Por mucho que les caiga mal Sánchez después de cinco años, ¿tan hartos están que quieren meter a Vox de repente en el Gobierno nacional de la mano de Feijóo, con esos discursos y actitudes excluyentes? ¿Después de cinco años de PSOE-Podemos, damos el bandazo de repente a un PP-Vox, sin pararnos en la sensatez y la razón?
Ahora los votantes de izquierdas que se imaginaban quizás votándole a Feijóo para castigar a Sánchez tendrán que sopesar esas ganas con la posibilidad de un Abascal o un Buxadé hablando en nombre de España en foros internacionales sobre algún tema clave, o de potenciar aún más lo que ya está pasando con cultura, familia, feminismo y LGTBI. En la derecha, si un votante sabe que el PP va a meter a Vox, ¿por qué no un voto para Abascal para darles más relevancia aún y asegurar así que Feijóo cumpla? ¿Y qué harán los que ya no pueden votar a Ciudadanos?
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