📝 ¿Podría haber un Rishi Sunak en España?
En teoría, una mujer negra musulmana podría ser Presidenta del Gobierno. En la práctica, de momento, nada de eso ha pasado. La tendencia Trump-Putin-Vox aleja a Occidente de los derechos universales.
Hace poco días, el Dalai Lama tuiteó: “En cuanto me despierto cada mañana, me recuerdo que todos los seres humanos son iguales que yo—todos queremos ser felices. Resuelvo usar mi vida para asegurar la felicidad de otros seres. La compasión es lo que causa la paz mental, no la rabia y el odio”. Seguramente es una aspiración noble sobre cómo deberían funcionar las relaciones humanas, independientemente de la nacionalidad, el color de piel, el idioma, la religión, el género o la orientación sexual. Como todos sabemos, sin embargo, la vida, el egoismo individual y la política tribal obstaculizan tanta perfección.
Ese mismo día, las Naciones Unidas celebraron su 77º aniversario. El Presidente español, Pedro Sánchez (PSOE), escribió: “Naciones Unidas nació fruto de la esperanza de un mundo en paz y para garantizar el respeto a los Derechos Humanos”. Eso ocurrió en 1945 despúes de una Segunda Guerra Mundial en la que los nazis asesinaron a seis millones de judíos y gitanos y homosexuales y oponentes políticos en fábricas de la muerte y en la que EE UU lanzó las primeras dos bombas nucleares, matando al instante a 200.000 personas. De aquella destrucción salió un nuevo orden mundial, con un respeto renovado para y energías dirigidas hacia los derechos humanos universales.
En octubre de 2022, preocupa que la Rusia de Putin use armas nucleares para cambiar drásticamente ese orden mundial tras su invasión de Ucrania. Aquí el General Mark Milley, Jefe del Estado Mayor de EE UU, el 12 de octubre: “Esta lucha no es sólo por los intereses de Ucrania sino que está en el interés mundial proteger, como ha dicho el Secretario [de Defensa], ese orden internacional basado en normas, y ese es el propósito que se nos ha dado, a los militares uniformados, por parte del liderazgo civil, que es sostener ese orden internacional basado en normas que se estableció hace unos 80 años al concluirse la Segunda Guerra Mundial”.
En su último discurso, Putin ha confirmado esa interpretación, despotricando contra “el orden internacional basado en normas” y diciendo, entre otras muchas cosas, que “Si Occidente quiere decenas de géneros o desfiles de orgullo, que lo hagan, pero no tienen derecho a imponer eso en los demás”. Esta semana, el parlamento ruso ha votado de forma unánime prohibir que se hable de “propaganda gay” en la esfera pública, “enmarcándolo como parte de una batalla más amplia contra Occidente por los valores de la civilización y la decisión de invadir Ucrania”.
Asombrosamente, crece el antisemitismo en EE UU, gracias a Trump y los MAGA: “los expertos dicen que el clima es fruto de una mezcla de fuerzas, incluidas una cultura digital que distriubye desinformación y odio y fuerzas políticas de derechas enfocadas en proteger el estatus de los cristianos blancos”, informa Washington Post. Como vimos hace dos semanas al analizar las narrativas de la nueva alianza de derechas mundiales en su reunión en Madrid, Vox ya es la sucursal oficial de Trump en España y todos los oradores defendían una nueva identidad cristiana nostálgica, proteccionista y nacional populista. “Ocho siglos costó echarlos [a los musulmanes]”, decía el abuelo al niño con los vídeojuegos en la obra de propaganda “histórica”: “ocho siglos de grandes señores”.
Así que tenemos un sistema, con todos sus fallos, que ha durado ocho décadas desde la conclusión de la Segunda Mundial pero que al menos aspira a la protección de los derechos humanos universales para todos en el mundo contra una nueva ideología cristiana, exclusiva, xenófoba, proteccionista y nacional populista que no lo hace.
Es en ese contexto mundial que Rishi Sunak se ha convertido en Primer Ministro del Reino Unido y, no obstante sus opiniones políticas, su fortuna y conexiones y los fallos del no-muy-justo sistema político británico que le han dado la oportunidad, su nombramiento es histórico: “Que sea el primer asiático británico en convertirse en Primer Ministro es un momento genuinamente significativo. Hace que sea un Diwali especial”, escribió la líder escocesa, Nicola Sturgeon, en referencia al festivial hindú.
El primer primer ministro británico no blanco y el segundo no cristiano (Disraeli era judío), dentro de ese sistema político británico imperfecto. No lo ha logrado de una manera republicana tan pulcra como Obama en EE UU, pero ahí está. Se ha registrado un avance relvante en diversidad política. El nombramiento de Sunak también llega—y esto es importante para hablar de España—después de la tercera primera ministra: Margaret Thatcher, Theresa May y Lizz Truss (todas en el lado conservador).
Porque si comparásemos una foto de familia de la política española de los años setenta u ochenta con otra de hoy en día, la gran diferencia no sería el color de la piel o la relgión sino hombres y mujeres. Algunos en la derecha dirían que se han pasado en el otro sentido ahora con Irene Montero (Podemos) y su Ministerio de la Igualdad, pero eso sería divagar en extremo para el presente artículo. Basta con decir que, a pesar de la ya muy normal participación de las mujeres en toda la política española en 2022, hasta el nivel ministerial o de vice-presidentes, aún no ha habido ninguna Presidenta del Gobierno en España. A nivel autonómico, sólo ha habido 11 ó 12 presidentas de más de 100 en las 17 comunidades desde la Transición y sólo dos regiones, Madrid y Navarra, acaparan la mitad de esas.
Algunos lectores han sugierdo que el nombramiento de Sunak como Primer Ministro va más de la historia imperial británica con la India y que por eso la analogía correcta para España sería un Presidente nacido en Latinoamérica, pero si empezamos a recorrer la Historia hacia atrás y lo que fueron algunos, en vez de hacia delante y lo que podríamos ser todos, ¿hasta dónde retrocedemos?¿40 años a ver qué pasaba con la inmigración en los años ochenta? ¿90 años hasta antes de la Segunda Guerra Mundial y la ONU? ¿150 años para mirar el Rajy británico y España antes de perder Cuba y Filipinas? ¿Cinco siglos con los Reyes católicos y la conquista de Granada y la cisma entre Enrique VIII y Roma? Este enfoque es el que proponen los nuevos nacional populistas, mientras en sus narrativas se olvidan de paso en España tanto de los ocho siglos musulmanes de Al-Andalus como de los últimos tres siglos de Ilustración, razón y ciencia.
Y no es probable que alguien de orígen sudamericano ofrezca la diversidad y el contraste en color de piel o religión que demuestra el nombramiento de Sunak en Reino Unido.
La Constitución española de 1978 protege formalmente, por supuesto, el pluralismo político y la igualdad en su Artículo 1º y la libertad religiosa en su Artícuo 16º. El Artículo 14 reza: “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”. La historia del progreso humano tras la tremenda destrucción y opresión de la Segunda Guerra Mnudial encapsulada en una frase, codificada en un momento en el que España pudo por fin dejar atrás cuatro décadas de dictadura franquista y aspirar a la modernidad en Europa y como parte de ese orden mundial. En teoría, al menos, jurídicamente, nada impide que una mujer negra y musulmana sea Presidenta del Gobierno. En la práctica, dsesde los años setenta, no ha habido ni mujer, ni color de piel ni religión distintos.
¿Qué parte de las estructuras y sistemas políticos, burocráticos y culturales en España han impedido, en la práctica en las últimas cuatro décadas, que la realidad alcance aquellas aspiraciones universales y constitucionales para la igualdad y la diversidad? Más allá de esas estructuras a largo plazo, la nueva tendencia política en la derecha que ha aparecido en los últimos años nos empuja en sentido contrario. Trump, Putin, Abascal, Orban, Meloni y los demás ahora venden una narrativa reaccionaria emocional que más que sostener siglos de progreso y de compresión humanos, hacia su aceptación universal, y más que esforzarse hacia conseguir mejores prácticas para todos en el futuro, de nuevo rechaza al otro para favorecer una identidad tribal de superioridad nacional enfocada en el odio y en una nostálgica versión selectiva de la Historia.
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